Como se podrá colegir, en la literatura no hay parcela que brinde mayor libertad que el formato de la novela. En ella podemos amalgamar lo que parece estar perdido, ya sea a razón de un carente hilo argumental, como casi siempre sucede en quienes se atreven a escribir en este género. Es por eso que resulta tan apasionante como sumamente arduo.
En la novela “Ella y La orgía perpetua”, Ana Muñoz de la Torre nos presenta a “Ella”, personaje que nominalmente nos remite a un constructo singular pero que al mismo tiempo tiene la riqueza de que a través de su nominación pueda representar a “todas” por igual, porque “Ella” es tierna, vesánica, sensual, traviesa, alegre, triste, enamoradiza, etc., o sea, engloba lo que es imposible asir en una sola voz, sumado a que cada situación que nos cuenta o, mejor dicho, susurra, lo hace a través de perfiles o “viñetas” que encierran una situación en particular, con finales abiertos o cerrados, en un regodeo existencial por el detalle.
¿Y “La orgía perpetua”? Pues “La orgía perpetua” es la vida misma, aquella que nos presenta innumerables sucesos que pierden esencia y sabor si uno se atreve a darle una lógica, una razón de ser que justifique su curso. “La orgía perpetua” es el crisol del que “Ella” se nutre, haciendo suyo lo que su impulso sensorial le presenta. Por eso, esta novela tiene un factor que muy pocas veces se ve: la fuerza de la atmósfera acicateada por el azar, lo que en líneas generales es una crónica de encuentros y desencuentros, signados por la mirada inquisitiva y lúdica de su voluble protagonista.
Una novela, digámoslo de alguna manera, posmoderna. Posmoderna en el sentido del quiebre que ofrece con la tradición de la novela, en la que no hay una gran historia, pero sí pequeños sucesos que adquieren solidez en conjunto, como una muestra orgánica de lo que parece ser un relevo natural de este género que no pocas veces se ha visto salpicado de lugares comunes e historias ya contadas de la misma manera.
Novela curiosa, y como toda novela, pues ésta no está libre de falencias, las cuales tienen que ver mucho con lo escrito líneas arriba: la ausencia de un gran argumento, aún así suene contradictorio, puesto que el aliento de esta entrega nos deja con la inquietud de que sí valía la pena una base argumental en el que “Ella” se desplazara. Todas las novelas tienen dos clases de caídas: por defecto o ambición. Y si no fuera por su grado de ambición (tengamos en cuenta que una de las maneras de hacerla fácil en novelas episódicas y “atmosféricas” como ésta es precisamente su corto alcance), “Ella” terminaría quedando en el olvido.
Por otro lado, con esta entrega Muñoz de la Torre está a punto de consolidar lo que pocos logran con un primer libro: una voz narrativa propia, la misma que descansa en la sugerencia.
Como se sabe, “Ella y La orgía perpetua” nació del blog del mismo nombre. Y ésa es la única ligadura que tiene con su génesis virtual. Seguramente más de uno pensará que nos encontramos ante una desorbitada novela de calientes encuentros lúbricos. Pues no. Ésta se ubica muy lejos de ello, aunque valgan verdades, el título termina despertando curiosidad por el contenido de sus páginas, lo cual no nos llevará a un recuento personal de aventuras sexuales explícitas, pero lo que queda clarísimo es que nos sumerge en literatura de muy buena calidad.
Indudablemente, Muñoz de la Torre es una autora a la que desde ya se tendrá que seguir la ruta.
Editorial: Gens Ediciones.
En la novela “Ella y La orgía perpetua”, Ana Muñoz de la Torre nos presenta a “Ella”, personaje que nominalmente nos remite a un constructo singular pero que al mismo tiempo tiene la riqueza de que a través de su nominación pueda representar a “todas” por igual, porque “Ella” es tierna, vesánica, sensual, traviesa, alegre, triste, enamoradiza, etc., o sea, engloba lo que es imposible asir en una sola voz, sumado a que cada situación que nos cuenta o, mejor dicho, susurra, lo hace a través de perfiles o “viñetas” que encierran una situación en particular, con finales abiertos o cerrados, en un regodeo existencial por el detalle.
¿Y “La orgía perpetua”? Pues “La orgía perpetua” es la vida misma, aquella que nos presenta innumerables sucesos que pierden esencia y sabor si uno se atreve a darle una lógica, una razón de ser que justifique su curso. “La orgía perpetua” es el crisol del que “Ella” se nutre, haciendo suyo lo que su impulso sensorial le presenta. Por eso, esta novela tiene un factor que muy pocas veces se ve: la fuerza de la atmósfera acicateada por el azar, lo que en líneas generales es una crónica de encuentros y desencuentros, signados por la mirada inquisitiva y lúdica de su voluble protagonista.
Una novela, digámoslo de alguna manera, posmoderna. Posmoderna en el sentido del quiebre que ofrece con la tradición de la novela, en la que no hay una gran historia, pero sí pequeños sucesos que adquieren solidez en conjunto, como una muestra orgánica de lo que parece ser un relevo natural de este género que no pocas veces se ha visto salpicado de lugares comunes e historias ya contadas de la misma manera.
Novela curiosa, y como toda novela, pues ésta no está libre de falencias, las cuales tienen que ver mucho con lo escrito líneas arriba: la ausencia de un gran argumento, aún así suene contradictorio, puesto que el aliento de esta entrega nos deja con la inquietud de que sí valía la pena una base argumental en el que “Ella” se desplazara. Todas las novelas tienen dos clases de caídas: por defecto o ambición. Y si no fuera por su grado de ambición (tengamos en cuenta que una de las maneras de hacerla fácil en novelas episódicas y “atmosféricas” como ésta es precisamente su corto alcance), “Ella” terminaría quedando en el olvido.
Por otro lado, con esta entrega Muñoz de la Torre está a punto de consolidar lo que pocos logran con un primer libro: una voz narrativa propia, la misma que descansa en la sugerencia.
Como se sabe, “Ella y La orgía perpetua” nació del blog del mismo nombre. Y ésa es la única ligadura que tiene con su génesis virtual. Seguramente más de uno pensará que nos encontramos ante una desorbitada novela de calientes encuentros lúbricos. Pues no. Ésta se ubica muy lejos de ello, aunque valgan verdades, el título termina despertando curiosidad por el contenido de sus páginas, lo cual no nos llevará a un recuento personal de aventuras sexuales explícitas, pero lo que queda clarísimo es que nos sumerge en literatura de muy buena calidad.
Indudablemente, Muñoz de la Torre es una autora a la que desde ya se tendrá que seguir la ruta.
Editorial: Gens Ediciones.
Nota: Esta reseña fue publicada el 3 de diciembre de 2007 en Siglo XXI
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