Saturday, December 01, 2007

El primer número de "American Splendor" (sobre Robert Crumb y Harvey Pekar)

No confío en los biopics que se realizan de los artistas. Es decir, hay mucho espíritu edulcorado que no pocas veces termina bastardeando la real magnitud tanto creativa como personal del personaje biografiado. Ejemplos hay hasta para dejar de contar. Siempre es lo mismo, no dicen nada nuevo, como si el temor de retratar lo que verdaderamente son, o fueron, en vida, sea un lastre que finalmente pueda transformar la veneración en un palpable “ajuste” de cuentas. No es la primera que vez que esto ocurre, lamentablemente el miedo a diseccionar al artista admirado termina jugando un papel no deseado.

Cuando se trata de hablar del gran aporte de Robert Crumb y Harvey Pekar al imaginario del cómic, tendríamos que remontarnos a la primera fuente, a la que está más a la mano: la película “American Splendor”, de Robert Pulcini y Shari Springer Berman. La película trata, principalmente, de los inicios del aún vivo Harvey Pekar (Cleveland, 1939). En ella hay una escena que vale mucho más que muchas biografías de lugares comunes. En la mentada escena tenemos el encuentro entre unos bisoños Harvey Pekar y Robert Crumb (Filadelfia, 1943) en una venta de garaje, donde ambos muestran interés por un disco de blues y jazz de Jay McShann. Esta, aparente, inane unión de gustos deviene en lo que sería una de las amistades más férreas de las que se tengan noticia. Anoto lo de la amistad ya que, por lo general, el mundo interior del artista es muy complejo, y en parte esta complejidad yace en un egoísmo a ultranza. Los tambores de la inconformidad estaban en sus redobles álgidos ya que desde 1962 era posible “palpar” lo que años después llegaría a ser una de las manifestaciones tangibles de la guerra fría: la guerra de Vietnan.

En la película la amistad de los entonces aún no reconocidos Pekar y Crumb está retratada tal y como es: la impotencia de Pekar por ilustrar sus historias mínimas y la falta de historias que ilustren las inquietudes de Crumb. Ambos pasan interminables tardes leyendo y dibujando, y claro, escuchando música. La vida le depara a Crumb la posibilidad de ir a San Francisco para que éste beba de la efervescencia cultural que se daba en un ambiente en el que se descubría y gozaba de las bondades de los alucinógenos y se vivía al límite las protestas antibelicistas. No pasa mucho tiempo para que Crumb empiece a gozar del prestigio como dibujante e historietista, pero hasta esa época sus viñetas se defendía solas por el alto concepto que ellos encerraban. Como se sabe, Crumb es un referente ineludible de la deformación y la corrosión en el dibujo, rama figurativa en la que él entregó un verdadero clásico del cómic subte como, por ejemplo, las aventuras del gato Fritz.

Es quizá lo hecho por Crumb y Pekar con el primer número de “American Splendor” lo que termina cimentando un diálogo enriquecedor entre la narración y el dibujo. Lo hecho por ambos rompió con los prejuicios, que también se dan en el mundo del arte, que malsanamente estipulan de que el cómic es, ante todo, un arte menor que yace exclusivamente en la potencia de las viñetas, relegando la posibilidad expresiva de la palabra a un lugar muy subalterno. Pekar escribía las historias y Crumb les daba vida a través de unos dibujos provocadores, dibujos estos que al día de hoy superan lo hecho por él en el curso de los años. Si Crumb goza del merecido prestigio que tiene, se debe a sus ilustraciones de su etapa como artista independiente, pero muchos amantes del cómic desconocen ese alto grado de expresividad de Crumb al ilustrar ese ya clásico y mítico primer número de “American Splendor”, y se hace necesario no descuidar ese legado porque, sin exagerar, se trata a todas luces del mejor Crumb.

“Amercan Splendor” vino a refrescar el ambiente contracultural de los 60 puesto que aquellos años, si bien es cierto que fueron muy estimulantes para las artes, también se caracterizaron por presentar cualquier bodrio como algo original que iba contra el sistema imperante. Todo indica que ésa era la consigna. Lo de esta primera publicación fue una manifestación casi profética de lo que ocurriría después, pero lo sustancial, y lo que a la vez no se quiere reconocer, es que la ácida crítica de las historias de “American Splendor” partían de una sencillez irreprochable: de la historia como texto y del dibujo como medio. Pekar y Crumb no fueron presas de una alocada algarabía contestataria, ya que detrás de esas historias había un cuestionamiento existencial y social que partía de la soledad e incomprensión del individuo mismo y del individuo con su entorno. Ergo, Pekar y Crumb exhibieron una propuesta, detalle del que carecieron muchos entusiastas de las revueltas y disidencias a lo largo de los 60 y 70.

Pekar, al igual que los mejores novelistas, procesaba todo lo que le rodeaba, nadie se salvaba de su mirada aguda, ni amigos ni enemigos. Lo suyo era colar los grandes dramas humanos haciendo uso de frases cortas y secas que descansaban en el detalle como punto de inflexión, bastaba una mirada, una palabra, un gesto por lo demás inanes para ofrecernos la cuota de talento de quien sea no sólo es un gran historietista, sino también uno de los más grandes fabuladores de la segunda mitad del siglo XX.

Ambos artistas gozan de reconocimiento, indudablemente que la figura de Crumb puede ser mucho más conocida, pero aún así, lo que pareció ser un experimento de juventud con “American Splendor” ha terminado siendo el mejor trabajo de este par de aún irreverentes creadores, a los que tiene que conocerse a través de su trabajo, y si es bajo la protección de las páginas del primer número de “America Splendor”, tanto mejor.
Nota: Este artículo apareció en la edición de diciembre de Literaturas.com

1 comment:

Anonymous said...

People should read this.