Se supone que la labor del reseñista es abordar la publicación de los libros actuales que uno considera más interesantes. No sé por qué, pero nunca he sido partícipe de esa idea ya que existen libros realmente buenos que por varias razones han pasado desapercibidos, por un lado; otros que sí han gozado de la atención mediática y crítica, por otro; por eso, celebro una reedición que me ha hecho reencontrar con uno de los escritores españoles más importantes que hay hoy en día. A lo mejor peque de avezado, pero no creo que exista mejor escritor de novelas policiales que Juan Madrid, de quien vengo leyendo a la fecha más de diez libros , cifra mínima para un autor al que sí hay que calificar de prolífico.
La novela que me ocupa en esta ocasión es “Tánger”, publicada en principio en 1997, y es gracias a una reedición que puedo diseccionar este canto al policial negro. Seguramente muchos saben, pero no está demás recalcarlo: “Tánger” fue llevada al cine bajo la batuta de su propio autor en 2004. En esta novela, lo primero que se nos presenta es un tópico que viene siendo el boom de la industria novelera mundial: la inmigración y el racismo. Hoy en día, las casas editoras con poder están viendo con buenos ojos aquellas propuestas escritas por hijos de inmigrantes o sencillamente inmigrantes. En ese lado, esta novela de Juan Madrid cumplió un involuntario halo profético de la temática que iba a desarrollarse en el futuro, y digamos que el tratamiento que se le da a la inmigración en esta entrecruzada novela refulge a cada instante como una ácida crítica contra la estúpida intolerancia hacia quien es distinto por procedencia. Sólo los buenos libros son capaces de generar lecturas paralelas.
Abdul Saíd, hijo de padre español y madre marroquí, decide hacerse cargo del negocio de su señor padre, el cual tiene por detalle sacar de apuro a quienes no tienen dinero. Para ello, Abdul no quiere prestarse a la costumbre poco ética de dar dinero por dar, tal y como lo hacía su progenitor. El asunto se complica cuando un par de ex convictos se acercan al susodicho negocio para pedir un “pequeño” préstamo que se invertirá en una jugada comercial que no le dicen a Abdul: la compra de armas para venderlas a un grupo de trasnochados nacionalistas que quieren bajarse a comunidades de inmigrantes. A grandes rasgos ese es el argumento, por demás interesante. Sin embargo, “Tánger” es también una muestra fehaciente de la reivindicación de la piedra angular de la tradición de la novela: la lograda concepción de la fisonomía moral de los personajes. Ya sean protagónicos o no, en esta novela no hay personaje flojo, todos cumplen una función delimitada por el exceso, la avaricia, el apego al sexo, la búsqueda del dinero, la idealización del amor, etc. Son ellos quienes a través de sus dramas cotidianos terminan dejando en un segundo plano el aura de violencia de la historia, como testimonio de que las mismas relaciones humanas pueden ser mucho más atroces, o igual, que los actos delictivos llevados con premeditación. Una novela donde hay no buenos, todos están tras los pasos de lo que consideran mejor para cada quien.
En una época donde el policial es vilipendiado, por eruditos y paracaidistas literarios, con (in) justificada razón, “Tánger” se yergue como un referente ineludible del género, que al igual que todo género sólido, tiene la suficiente plasticidad para que su representación no se quede sólo en el papel. Una delicia de novela, por decir lo menos.
Editorial: Punto de Lectura.
Nota: Esta reseña salió publicada el 2 de noviembre de 2007 en el diario Siglo XXI de Castellón.
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