Hace unas semanas en Lima moderé la presentación del escritor español Javier Alonso Benito (Logroño, 1977), quien leyó la ponencia “La literatura del yo en la narrativa española actual”, lo cual fue un enriquecedor descubrimiento puesto que muy poco sabía de la tradición de los dietarios en la tradición literaria española, aunque de alguna manera los autores que mencionó en la lectura sí me eran muy conocidos, a quienes en su mayoría conocía por sus novelas.
Pues aprovechando el acercamiento que tuve con este escritor contemporáneo a mí, con quien no solo compartí mesa, sino también el afiche promocional, leí con mucho interés sus dos libros: la novela SUEÑOS Y CADÁVERES (Pre-Textos, 2002) y SÍNDROME (AMG Editor, 2002), el cual ganó el X Premio de Narrativa Café Bretón. Y como era de esperarse, quedé más convencido que nunca de que aún nos falta muchísimo por saber lo que se escribe pasando el charco. He allí la importancia de los encuentros literarios organizados por el Centro Cultural de España de Lima, que más allá del esfuerzo por patrocinarlos, tiene el buen ojo de traer a escritores que se defienden solos, con sus libros, tal y como quedó demostrado con Eduardo Lago, Antonio Orejudo, Lorenzo Silva, Carlos Castán y ahora último con Javier Alonso Benito.
SYC nos recuerda a las novelas de aprendizaje, tiene todos los componentes para ser catalogada como tal en primera instancia, sin embargo, una mirada más atenta nos lleva a decir que es más que una buena novela de dicha vertiente. En ella tenemos un par de protagonistas peculiares, Benjamín y Lucio, ambos son corrosivos letraheridos que se ganan la vida en labores muy ajenas a las carreras que estudiaron, pero que pese a esa situación, tienen una predisposición por el gusto de vivir y cuestionarlo todo, cosa que es más que interesante, ya que la novela, carente de un gran argumento, está muy lejos de aquellos exabruptos novelísticos con páginas llenas de las más anodinas anécdotas, puesto que se sostiene gracias al buen perfil de sus personajes, cuestión clave para todo proyecto narrativo que se respete.
Una novela que lo tiene todo en cuanto a los sucesos generacionales, tantos los protagonistas como aquellos que los rodean son un testimonio de lo “no contado” cuando acaecen los cambios que alcanzan, por ejemplo, a la historia última española, a sus modos de pensar, a la persistencia de los ideales cuando la realidad te brinda todo para no creer en ellos, fundido todo en una atmósfera carnavalesca sazonada con referentes populares que tienen su virtud en el no abuso de estos, que entran y salen a manera de comerciales de tv, como para recordarnos que la esencia de SYC está en sus subhistorias.
Por eso, no creo que sea una locura afirmar que esta es una novela con voluntad de crónica, la cual nos pone en primer plano la desazón y el fracaso, en donde también tenemos un protagonista presente y ausente en casi todas las páginas, que, hay que decirlo para colaborar con la desmitificación, causa temor y es digno de desdén por parte de muchos amos y señores de las letras: pues me refiero al humor cínico y corrosivo.
Y en la no muy conocida tradición del dietario, tenemos al dietario SÍNDROME.
De arranque, llama la atención que un escritor joven apueste por esta vertiente narrativa, ya que en la mayoría de los casos, son los escritores trajinados los que se lanzan a escribir dietarios, seguramente bajo el cobijo que representa dejar un testamento literario. Sin embargo, en contra de lo que podría suponerse, el dietario tiene un riquísimo abanico de posibilidades, se nutre del espíritu de la novela y se arropa del subjetivismo de la poesía, elementos importantes para lograr proyectos narrativos signados por la experimentación temática y formal. En SÍNDROME, el autor juega a ser él mismo, pero en distintas facetas, o miradas, desplazándose sobre hechos que abarcan acontecimientos literarios, musicales, cinematográficos, existenciales, etc., los cuales no están en la vanguardia por su grado de importancia, sino por la manifestación de sus detalles, en los que evidentemente están los logros estéticos del libro. Y al igual que en la novela, el humor se hace presente.
Pues bien, no es una exageración afirmar que Javier Alonso Benito es un narrador a tomar en consideración, en sus dos libros es posible notar lo que muchos demoran lustros en encontrar (sea por falta de talento o lecturas): una voz propia de una poética del fracaso canalizada por el delirio, la que no es, bajo ningún punto de vista, poca cosa.
Pues aprovechando el acercamiento que tuve con este escritor contemporáneo a mí, con quien no solo compartí mesa, sino también el afiche promocional, leí con mucho interés sus dos libros: la novela SUEÑOS Y CADÁVERES (Pre-Textos, 2002) y SÍNDROME (AMG Editor, 2002), el cual ganó el X Premio de Narrativa Café Bretón. Y como era de esperarse, quedé más convencido que nunca de que aún nos falta muchísimo por saber lo que se escribe pasando el charco. He allí la importancia de los encuentros literarios organizados por el Centro Cultural de España de Lima, que más allá del esfuerzo por patrocinarlos, tiene el buen ojo de traer a escritores que se defienden solos, con sus libros, tal y como quedó demostrado con Eduardo Lago, Antonio Orejudo, Lorenzo Silva, Carlos Castán y ahora último con Javier Alonso Benito.
SYC nos recuerda a las novelas de aprendizaje, tiene todos los componentes para ser catalogada como tal en primera instancia, sin embargo, una mirada más atenta nos lleva a decir que es más que una buena novela de dicha vertiente. En ella tenemos un par de protagonistas peculiares, Benjamín y Lucio, ambos son corrosivos letraheridos que se ganan la vida en labores muy ajenas a las carreras que estudiaron, pero que pese a esa situación, tienen una predisposición por el gusto de vivir y cuestionarlo todo, cosa que es más que interesante, ya que la novela, carente de un gran argumento, está muy lejos de aquellos exabruptos novelísticos con páginas llenas de las más anodinas anécdotas, puesto que se sostiene gracias al buen perfil de sus personajes, cuestión clave para todo proyecto narrativo que se respete.
Una novela que lo tiene todo en cuanto a los sucesos generacionales, tantos los protagonistas como aquellos que los rodean son un testimonio de lo “no contado” cuando acaecen los cambios que alcanzan, por ejemplo, a la historia última española, a sus modos de pensar, a la persistencia de los ideales cuando la realidad te brinda todo para no creer en ellos, fundido todo en una atmósfera carnavalesca sazonada con referentes populares que tienen su virtud en el no abuso de estos, que entran y salen a manera de comerciales de tv, como para recordarnos que la esencia de SYC está en sus subhistorias.
Por eso, no creo que sea una locura afirmar que esta es una novela con voluntad de crónica, la cual nos pone en primer plano la desazón y el fracaso, en donde también tenemos un protagonista presente y ausente en casi todas las páginas, que, hay que decirlo para colaborar con la desmitificación, causa temor y es digno de desdén por parte de muchos amos y señores de las letras: pues me refiero al humor cínico y corrosivo.
Y en la no muy conocida tradición del dietario, tenemos al dietario SÍNDROME.
De arranque, llama la atención que un escritor joven apueste por esta vertiente narrativa, ya que en la mayoría de los casos, son los escritores trajinados los que se lanzan a escribir dietarios, seguramente bajo el cobijo que representa dejar un testamento literario. Sin embargo, en contra de lo que podría suponerse, el dietario tiene un riquísimo abanico de posibilidades, se nutre del espíritu de la novela y se arropa del subjetivismo de la poesía, elementos importantes para lograr proyectos narrativos signados por la experimentación temática y formal. En SÍNDROME, el autor juega a ser él mismo, pero en distintas facetas, o miradas, desplazándose sobre hechos que abarcan acontecimientos literarios, musicales, cinematográficos, existenciales, etc., los cuales no están en la vanguardia por su grado de importancia, sino por la manifestación de sus detalles, en los que evidentemente están los logros estéticos del libro. Y al igual que en la novela, el humor se hace presente.
Pues bien, no es una exageración afirmar que Javier Alonso Benito es un narrador a tomar en consideración, en sus dos libros es posible notar lo que muchos demoran lustros en encontrar (sea por falta de talento o lecturas): una voz propia de una poética del fracaso canalizada por el delirio, la que no es, bajo ningún punto de vista, poca cosa.
Publicado el 27 de octubre en Siglo XXI
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