Tuesday, November 04, 2008

LA CARRETERA, de Cormac McCarthy

Como ya lo dije antes en esta columna, Estados Unidos es tierra de novelistas. Hoy en día este país puede darse el lujo de tener más de veinte de primer nivel, muchos de ellos llamados a quedar y a ser de influencia directa para las nuevas generaciones de escritores del mundo entero.

Es que si hablamos de la tradición novelística norteamericana, no nos referimos a poca cosa, cada escritor en ciernes sabe que su acervo inconciente descansa en una estela punzante en no pocas décadas del siglo XX, la cual tiene como punto de inflexión la consolidación de esta tradición en la segunda mitad del XIX.

Junto a Philip Roth y Don DeLillo, Cormac McCarthy (Rhode Island, 1933) se ubica como parte de esta triada que marca el devenir de la novela como tal, su legado va más allá de lo literario, se asienta también en una actitud ante el oficio de la escritura, encadenada a una suerte de negación de los vaivenes de la propaganda editorial que no pocas veces ataranta a “algunos”. Durante muchos años McCarthy ha sido un escritor oculto, lo único que se sabía de él era que vivía escondido en una casa de El Paso, Texas; hasta se ponía en tela de juicio su existencia, ligándola a la estirpe de los “escritores que odian la fama” como J. D. Salinger y Thomas Pynchon, con quienes compartía una cualidad más allá de anacoretismo: sus libros recibían la consagración de la crítica y el justísimo favor de los lectores.

Pese a ser reconocido como uno de los más grandes narradores norteamericanos vivos, fue a raíz de la adaptación cinematográfica de los hermanos Coen de su novela NO ES PAÍS PARA VIEJOS lo que terminó impregnándolo en el imaginario popular. Tengamos también en cuenta que esta “impregnación” tuvo un antecedente gracias al círculo de lectores de la famosa conductora de tv Ophra Winfrey. Es a partir de estos sucesos que el hasta entonces ermitaño narrador empezó a salir más, lo cual tiene mucho que ver con un factor de desprendimiento emocional: su hijo menor, quien lo acompañó en la ceremonia de premiación de la última edición del Oscar.

Premiada con el Premio Pulitzer de Novela 2007, LA CARRETERA es una novela distinta en la trayectoria del ex ermitaño. Todas sus novelas están asentadas en contextos de lucha por la supervivencia de la zona sur gringa; sin embargo, en esta estamos ante un trabajo que linda con las novelas utópicas y distópicas, en la que se nos presenta un territorio norteamericano devastado por lo que pudo ser una gran explosión nuclear, en donde un hombre y su hijo caminan y caminan siguiendo la dirección de una carretera que los llevará al mar, que funge como símbolo que engloba tanto a la incertidumbre como a la esperanza. Es así que estos innominados protagonistas, hambrientos y sucios, no tienen otra opción que seguir el único sendero claro en medio de bosques y ciudades cubiertos de ceniza, en su trayecto, el padre es presa de sus recuerdos de niñez y juventud, los que se incrementan ante las entendibles preguntas signadas por la curiosidad que le formula su hijo. Pero no son los únicos, también aparecen bandas de caníbales enfermos y mutilados, que los atacan y persiguen, ya sea para robarle lo poco que llevan en su carrito de compras de supermercado o para violarlos.

Un aspecto salta a la vista en la novela: asimilación y renuncia del legado de su maestro William Faulkner, tan pero tan presente en todos sus libros. Empero, en LC este legado se ve reducido debido al uso excesivo del lenguaje minimalista, que en no pocos pasajes recuerda a los recursos empleados por James Ellroy y Raymond Carver, al que no apela por mero facilismo, sino a través de un proceso de descomposición al servicio no de la historia, sino de la atmósfera asfixiante y derrotista de esta, que vendría a ser el único puente que lo mantiene en la veta del autor de EL SONIDO Y LA FURIA.

Si algún reparo podemos hacerle a la novela es que es muy buena, pero a la vez está muy lejos de la contundencia imperecedera exhibida en MERIDANO DE SANGRE, TODOS LOS HERMOSOS CABALLOS y EN LA FRONTERA.

Editorial: Mondadori
Nota: Publicado el 4 de noviembre en Siglo XXI

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