Qué tópico tan difícil en la tradición literaria que el abordar la figura del padre. Cuentos, poemas, ensayos y novelas son los campos de experimentación de no pocos escritores que rara vez salen airosos de esta empresa.
Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958) es un escritor colombiano de quien puede decirse claramente que es un letraherido de la más pura estirpe. Autor de títulos importantes, como la novela BASURA, ganadora, en el 2000, del Primer Premio de Narrativa Innovadora de la Casa de América de Madrid, nos entregó, hace un par de años, el que vendría a ser su mejor libro, la memoria novelada EL OLVIDO QUE SEREMOS, la cual lleva hasta la fecha más de diez ediciones.
Si algunas referencias en cuanto a posible hermandad literaria tenga esta entrega de HAF, y aprovechando la cualidad de que el hacer reseñas es también un sano ejercicio de especulación (siempre y cuando se fundamente), lo ligaría a PATRIMONIO de Philip Roth y LA INVENCIÓN DE LA SOLEDAD de Paul Auster, los que tienen como centro la figura paterna, vista desde los buenos recuerdos sin dejar de lado el espíritu crítico que todo texto literario debe tener.
En EOQS el autor colombiano nos introduce en la vida de su progenitor, el médico Héctor Abad Gómez, y por medio de él es que no solo nos ceñimos a la historia de la familia Abad, sino que somos llevados a uno de lo periodos más crudos y sangrientos de Colombia, en donde la violencia era acicateada por las tan deleznables diferencias políticas e ideológicas, por la extrema pobreza, por los grupos paramilitares, por los sicarios, por las guerrillas, etc. Abad Gómez era, en sus propias palabras, un “cristiano en religión, marxista en economía y liberal en política”. Ergo, el médico era un idealista, al punto que nunca esperó hacer algo, como sus luchas por la salud pública, por ejemplo, con el fin de verse beneficiado con algún cargo público o tentar un poder político.
La publicación es también la emisión de “fotogramas” del autor en cuanto a su vocación literaria, leer estas páginas es una manera de adentrarnos en los espíritus de las entrelíneas de sus otros libros, ya que es patente que la búsqueda del reconocimiento no es el principal fin de su labor, sino que en el hecho mismo de escribir yace la mayor dicha que debe sentir cualquiera que pretenda llamarse escritor. Esta visión de la literatura fue alentada en un joven HAF por su padre, quien el martes 25 de agosto de 1987 fue asesinado por un grupo paramilitar, hecho central que motivó la escritura de estas páginas cargadas de recuerdos, felicidad, amor y también de mucha crítica para con el médico. El asesinato de Abad Gómez no llegó a ser resuelto del todo, por el contrario, hay varias versiones que sindican a los culpables directos, las cuales no son lo suficientemente fuertes como para nombrar a los autores intelectuales. (En aquellos años los líderes colombianos, que tenían que poner solución a los problemones de las FARC, el narcotráfico y el sicariato, hacían “uso” de los execrables grupos paramilitares, en lo que se conoce como “guerra de baja intensidad” (lo sé bien puesto que en Perú (1990 – 1997) al felizmente hoy encarcelado dictador Alberto Fujimori se le dio por dar apoyo a la “guerra de baja intensidad”, con la que se combatía al terrorismo con el peor de los medios: el terrorismo de estado). Abad Gómez denunciaba estos mecanismos de lucha antiterrorista a través de comunicados de prensa y artículos, o sea, era un elemento sumamente incómodo, tildado de comunista, izquierdista y derechista.
HAF deja patente la muestra de su talento (trabajado) para la escritura, las páginas vuelan, en no pocos tramos nos llevan a retroceder para seguir, demostrando que lo suyo es, ante todo, la buena prosa, con la que puede darse el lujo de escribir de lo que le venga en gana. Sin embargo, a este escritor que reseña libros que le gustan, le hubiera gustado leer un poco más sobre esos círculos de poder que apoyaron a los grupos paramilitares, cosa que no se pudo ya que, como bien señala el autor, no se llegó a tener las suficientes pruebas pese a que se tiene una idea, muy razonable, de quienes pudieron ser los responsables.
Sin ninguna duda, Héctor Abad Faciolince es un autor al que debe leerse, su poética posee la cualidad de despertar en el lector la sensación de agradecimiento por la lectura concluida, cosa que hoy en día ocurre contadísimas veces.
Editorial: Planeta.
Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958) es un escritor colombiano de quien puede decirse claramente que es un letraherido de la más pura estirpe. Autor de títulos importantes, como la novela BASURA, ganadora, en el 2000, del Primer Premio de Narrativa Innovadora de la Casa de América de Madrid, nos entregó, hace un par de años, el que vendría a ser su mejor libro, la memoria novelada EL OLVIDO QUE SEREMOS, la cual lleva hasta la fecha más de diez ediciones.
Si algunas referencias en cuanto a posible hermandad literaria tenga esta entrega de HAF, y aprovechando la cualidad de que el hacer reseñas es también un sano ejercicio de especulación (siempre y cuando se fundamente), lo ligaría a PATRIMONIO de Philip Roth y LA INVENCIÓN DE LA SOLEDAD de Paul Auster, los que tienen como centro la figura paterna, vista desde los buenos recuerdos sin dejar de lado el espíritu crítico que todo texto literario debe tener.
En EOQS el autor colombiano nos introduce en la vida de su progenitor, el médico Héctor Abad Gómez, y por medio de él es que no solo nos ceñimos a la historia de la familia Abad, sino que somos llevados a uno de lo periodos más crudos y sangrientos de Colombia, en donde la violencia era acicateada por las tan deleznables diferencias políticas e ideológicas, por la extrema pobreza, por los grupos paramilitares, por los sicarios, por las guerrillas, etc. Abad Gómez era, en sus propias palabras, un “cristiano en religión, marxista en economía y liberal en política”. Ergo, el médico era un idealista, al punto que nunca esperó hacer algo, como sus luchas por la salud pública, por ejemplo, con el fin de verse beneficiado con algún cargo público o tentar un poder político.
La publicación es también la emisión de “fotogramas” del autor en cuanto a su vocación literaria, leer estas páginas es una manera de adentrarnos en los espíritus de las entrelíneas de sus otros libros, ya que es patente que la búsqueda del reconocimiento no es el principal fin de su labor, sino que en el hecho mismo de escribir yace la mayor dicha que debe sentir cualquiera que pretenda llamarse escritor. Esta visión de la literatura fue alentada en un joven HAF por su padre, quien el martes 25 de agosto de 1987 fue asesinado por un grupo paramilitar, hecho central que motivó la escritura de estas páginas cargadas de recuerdos, felicidad, amor y también de mucha crítica para con el médico. El asesinato de Abad Gómez no llegó a ser resuelto del todo, por el contrario, hay varias versiones que sindican a los culpables directos, las cuales no son lo suficientemente fuertes como para nombrar a los autores intelectuales. (En aquellos años los líderes colombianos, que tenían que poner solución a los problemones de las FARC, el narcotráfico y el sicariato, hacían “uso” de los execrables grupos paramilitares, en lo que se conoce como “guerra de baja intensidad” (lo sé bien puesto que en Perú (1990 – 1997) al felizmente hoy encarcelado dictador Alberto Fujimori se le dio por dar apoyo a la “guerra de baja intensidad”, con la que se combatía al terrorismo con el peor de los medios: el terrorismo de estado). Abad Gómez denunciaba estos mecanismos de lucha antiterrorista a través de comunicados de prensa y artículos, o sea, era un elemento sumamente incómodo, tildado de comunista, izquierdista y derechista.
HAF deja patente la muestra de su talento (trabajado) para la escritura, las páginas vuelan, en no pocos tramos nos llevan a retroceder para seguir, demostrando que lo suyo es, ante todo, la buena prosa, con la que puede darse el lujo de escribir de lo que le venga en gana. Sin embargo, a este escritor que reseña libros que le gustan, le hubiera gustado leer un poco más sobre esos círculos de poder que apoyaron a los grupos paramilitares, cosa que no se pudo ya que, como bien señala el autor, no se llegó a tener las suficientes pruebas pese a que se tiene una idea, muy razonable, de quienes pudieron ser los responsables.
Sin ninguna duda, Héctor Abad Faciolince es un autor al que debe leerse, su poética posee la cualidad de despertar en el lector la sensación de agradecimiento por la lectura concluida, cosa que hoy en día ocurre contadísimas veces.
Editorial: Planeta.
Nota: Esta reseña apareció el jueves 13 de noviembre en Siglo XXI
1 comment:
Héctor Abad es lo mejor de la literatura colombiana. Buena crítica.
Post a Comment