Sunday, May 18, 2008

ELEGÍA, de Philip Roth

Brillantemente titulada en inglés como EVERYMAN y muy mal interpretada como ELEGÍA para su edición en castellano, nos topamos con la penúltima novela de Philip Roth (New Jersey, 1933). En ella tenemos a un innominado anciano, de quien se nos cuenta, en tercera persona, las tortuosas relaciones con sus seres más cercanos: la pésima relación con los hijos de su primer matrimonio, Randy y Lonny; su sentimiento de culpa por Nancy, la hija que lo adora, nacida de su segundo matrimonio; su tercer y catastrófico matrimonio con Merete; y su envidia no declarada por su hermano Howie, rebosante de vida y vigor.

Este anciano ha sido a lo largo de su vida un exitoso publicista que ha dotado a sus esposas e hijos con comodidades y buena educación. Sin embargo, la poca comunión entre ellos los lleva a sentir repulsiones compartidas y odios internos plagados de sentimientos menores. Es así que el anciano no deja de preguntarse en qué momento pasó a convertirse en alguien totalmente enajenado de sí mismo y en el por qué siente un goce sublime en la desgracia del “otro”.

Como puede verse, lo escrito hasta aquí vendría a ser un compendio de los grandes demonios literarios del escritor, hasta podría escribirse tranquilamente que estamos dándole vueltas a sus conocidos temas. Pero como nunca antes Roth nos regala un aspecto que pocas veces se ve en la narrativa de los escritores ya trajinados: el temperamento de la escritura (la fusión de la atmósfera en buena ejecución con el ritmo, lo cual es de por sí complicado lograr ya que siempre saltan, conciente o inconcientemente, los tan malhadados lugares comunes de la narración).

La escritura empleada en esta novela es de por sí la protagonista. Como puede colegirse, el argumento no puede ser más común o trivial. Y como conocedor de este peligro, Roth deja que fluya el lenguaje con naturalidad, no se regodea en la belleza expresiva de la palabra, llegando a lo que es el mérito mayor de la novela: el conflicto interior de los protagonistas, empezando por el innominado anciano.

Muchas veces se ha querido rastrear las influencias directas de las que se sirve Roth, una de ellas es el tópico de los judíos norteamericanos y su relación con la cultura establecida que los lleva a mantener a como dé lugar sus costumbres, en este aspecto él nunca ha pretendido reivindicar la cultura hebrea a través de argumentos de “resistencia” por medio de la identidad grupal, por el contrario, lo que ha hecho es dotar de múltiples miradas a sus protagonistas principales, como Nathan Zuckerman, David Kepesh, Portnoy, etcétera. Estas miradas son canalizadas a través del humor que desmitifica las costumbres del nuevo judío norteamericano. Se ha hablado también de lo mucho que se ha valido de las novelas de Bellow y Malamud, lo cual es cierto, pero no es el crisol principal de su poética, la cual es deudora total de la novela decimonónica, en una suerte de mix de la tradición novelesca norteamericana con la europea. En su obra es posible seguir el aliento de Mark Twain, Charles Dickens, Gustave Flaubert, Lev Tolstoi y, en especial, Balzac. Su intención siempre ha sido la amplitud, ningún tópico queda de lado, sus novelas son testimonios de época, por ello, es imposible no toparse, abiertamente o subrepticiamente, con la guerra de Vietnam, Watergate, Bill Clinton, Bush, Saddam Hussein, los ataques del 11 de Septiembre, etcétera.

ELEGÍA está muy lejos de ser la novela angular de Roth. Sin embargo, es un firme testimonio de lo que desde hace algunos años viene siendo la obsesión del novelista: el deterioro del cuerpo, las tribulaciones de la vejez y la reflexión aparentemente objetiva que solo se consigue con los años. Sus últimas novelas tienen como protagonistas a ancianos llevados a incómodos recuentos existenciales.

Termino esta reseña con una sentencia que ya la he escrito (pero condimentada para la ocasión): nadie puede dedicarse a la escritura de la novela si no ha leído a los autores decimonónicos, y es totalmente imperdonable pasar por alto el conocimiento de la obra total de Philip Roth, quien es hoy en día el escritor por excelencia en el mundo entero.

Editorial: Mondadori.

Nota: Esta reseña apareció el 18 de mayo en Siglo XXI.

Wednesday, May 07, 2008

LAGARTIJA SIN COLA, de José Donoso

El escritor chileno José Donoso (1924 – 1996) es autor de una obra que apunta a destilar, entre muchas cosas, muchísima frescura a las nuevas lecturas que hoy por hoy se realizan en torno a los escritores del boom latinoamericano, puesto que es tranquilamente uno de sus más insignes representantes, pese a que no se sabe el por qué jamás formó parte del cuarteto novelístico por excelencia, los caballitos de batalla que se encargaron de renovar con frescura y arrojo la lengua en castellano: Vargas Llosa, García Márquez, Fuentes y Cortázar.

Donoso es autor de librazos como EL OBSCENO PÁJARO DE LA NOCHE, CORONACIÓN, EL LUGAR SIN LÍMITES, TRES NOVELITAS BURGUESAS y muchísimos más. Gran parte de su producción se solazó en la escritura de novelas, las cuales tenían la característica de exhibir una atmósfera cargada de sensualidad y una exploración temática que se regocijaba en el sentimiento de culpa. No es extraño, entonces, pensar que lo que escribía llevaba entre líneas una férrea crítica que no solo englobaba a cierta aristocracia chilena ida a menos, sino que esta apuntaba también a la mercantilización de los “sagrados” predios del arte y la literatura. HISTORIA PERSONAL DEL BOOM es el libro en el que puede conocerse a Donoso en estado puro, un libro de memorias con el que nos topamos con una inteligencia y sensibilidad que deja de lado la crítica velada que vemos en sus ya afamadas novelas, y por el que podemos entender la razón de la escritura de la novela LAGARTIJA SIN COLA y el por qué la abandonó, dejándola en su condición de borrador, la cual fue rescatada por su hija Pilar de los archivos personales que su padre vendió a la universidad de Princeton.
La presente edición de esta novela recayó en el reconocido crítico y excelente narrador peruano Julio Ortega. Vale anotar que Ortega es una persona que siempre ha desbordado entusiasmo por el boom latinoamericano, prácticamente los mejores trabajos sobre este fenómeno literario (y por qué no decirlo, también mercantil) se los debemos a él. Como bien se señala en el prólogo de esta novela, Donoso “eliminó varias páginas del comienzo, tachó unos párrafos luego, anotó algunas indicaciones, enmendó pocas frases y corrigió una que otra palabra. Buena parte del libro quedó sin corregir, en su estado de primera redacción”. Si uno leyera este prólogo, pues no sería sospecha pensar que estamos ante un proyecto fallido, sin embargo, a la luz de lo que se lee, no fue así, lo cual llevará a más de uno a preguntarse el por qué Donoso la dejó… Muchos se inclinan por la idea de que el chileno decidió abandonarla para abocarse a temas más acordes con el imaginario de su país. LAGARTIJA SIN COLA data de 1973, y basta tener en cuenta esta fecha para darnos cuenta de que se trataba de los años más fecundos de su producción, cosa que no hace otra cosa que no sea la de engrandecer la leyenda de su abandono puesto que es, a todas luces, una muy buena novela que nos reencuentra con una de las plumas del boom que goza de mayor frescura en las nuevas generaciones de escritores en castellano.
Armando Muñoz-Roa es un viejo pintor anacoreta que vive un auto exilio voluntario en un departamento de Barcelona. Desde su refugio marca una distancia con la sociedad, a la que en no pocas páginas del libro la califica de obsoleta y liviana. La novela, narrada en primera persona, puede ser leída también como un gran monólogo que se inmiscuye en la percepción, hoy en día ingenua, del sentido romántico del arte. De joven, Muñoz-Roa perteneció al movimiento informalista, del cual, a decir de no pocos, él era el que mayor dotes plásticas tenía y por ende era el de mayor proyección. Sin embargo, abandona todo, rompe con el movimiento cuando sabe que este empieza a ser carcomido con las leyes del mercado que desacralizan el genuino sentido que debería tener una labor artística, se decepciona de la poca entereza ética de sus compañeros de ruta incapaces de mantener firmeza interior ante las propuestas que les llegan de las principales galerías de Europa. Es por ello que Muñoz-Roa nos cuenta el cómo decidió a vivir al pueblo rural de Dors, el cual tiene casas de piedra que terminan por seducirlo. La llegada a Dors la hace en compañía de su prima, amiga y mujer Luisa, pero él es quien decide quedarse, tiene la idea de pasar el resto de su vida en ese pueblo aún no contaminado con los deshumanizadores avances del progreso. Los enfrentamientos con los pobladores del pueblo empiezan a darse cuando nota que algunos, los más influyentes, quieren convertirlo en un foco turístico que no tiene como fin el bienestar colectivo sino los pecuniarios intereses personales, lo cual asienta más el ya evidente desarraigo existencial de Muñoz-Roa.
Muñoz-Roa es una suerte de Pigmalion. De allí a pensar en un reflejo de lo que fue Donoso en vida no hay mucha distancia. LAGARTIJA SIN COLA contiene los grandes móviles de su poética, la cual se permitió tocar los tópicos más renuentes, regocijándose, por sobre todo, en la sensualidad de la palabra, en la búsqueda de la utopía que no tarda en estrellarse con la vil realidad y en la amoralidad de los placeres de la piel.
LAGARTIJA SIN COLA no está a la altura de las novelas antes mencionadas, sin embargo es menester manifestar que es extraordinariamente buena, lo cual nos una idea clara de la grandeza de un narrador a quien es preciso leer para disfrutarlo y aprender…Ahora, me permito una sospecha: Donoso fue un hombre de envidiable dimensión de trabajo, si su hija encontró esta novela en Princeton, pues no sería una locura pensar que deben existir otras que nos permitan conocer más de un escritor que lamentablemente no tuvo los reconocimientos justos en vida, y si estas obras existieran, pues queda más que demostrado que el llamado a cuidar de esas ediciones es Julio Ortega, lo hecho con esta novela es un claro ejemplo de la pasión y admiración canalizadas a través del rigor generoso.
Editorial: Alfaguara.
Nota: esta reseña apareció el 7 de mayo en Siglo XXI.