La lectura de los tomos de Millennium afianza aún más mi convicción en el legado del siglo de la novela: el XIX. Muy bien decía Arturo Pérez Reverte: “no puedes dedicarte a escribir novelas si no has leído a los narradores decimonónicos”. Cierto. Esta trilogía es una hija digna de las novelas de aventuras y el escritor sueco Stieg Larsson (1954 – 2004) un hijo aplicado de Alejandro Dumas.
Fue en un soleado sábado, del mes de noviembre del año pasado, que decidí comprarme en una la celebrada trilogía. Entré a la librería La casa verde y salí con tres ladrillos. Al llegar a casa me entregué a LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES. Más de 600 páginas que devoré –no exageró- en dos días, a razón de cuatro horas seguidas en las noches. Sin embargo, mandé todo a la mierda y me aboqué a terminar las dos novelas restantes. La razón: me quedé pegado a la cínica sociedad de los protagonistas: Mikael Blomkvist, periodista y socio de la revista Millennium, y la hacker Lisbeth Salander. Y claro, enamorado de Erika Berger, editora y socia de Millennium, y amante del trabajólico Blomkvist.
Con poco más de cien páginas más que la novela anterior, me sumergí en los recovecos del pasado de Salander en LA CHICA QUE SOÑABA CON UN BIDÓN DE GASOLINA Y UNA CERILLA. Nuevos personajes, algunos despreciables como el mafioso Alexander Zalachenko, otros idealistas como la abogada Annika Gianini. Salander retorna a Suecia luego de unas vacaciones de año y medio alrededor del mundo, costeadas gracias a un millonario robo electrónico a una multinacional; a la hacker se le acusa de tres asesinatos, los medios de comunicación emprenden contra ella una descomunal campaña de desprestigio (lesbiana, psicópata, satanista). Salander no le debe nada a nadie y no confía en el sistema sueco, ella sola busca cobrar venganza contra todos aquellos que desgraciaron su vida a los doce años.
Es imposible no tomarse un descanso. Lisbeth Salander, con una bala en la cabeza es llevada en helicóptero a un hospital, pero el peligro sigue latente ya que también es ingresado Zalachenko, que no descansará hasta verla muerta. LA REINA EN EL PALACIO DE LAS CORRIENTES DE AIRE es pues la más intensa de la trilogía. Sus 854 páginas contienen todo lo que un lector busca, hasta podría catalogarse como una novela total que, entre muchas cosas, disecciona las bases institucionales de la historia política sueca, puesto que no solo se limita a la persecución de una mujer cuyo secreto hará peligrar a una facción corrupta del servicio de inteligencia. LA REINA EN EL… es un río que se desborda, es también una agraciada muestra del poder de la ficción en cuanto a su mensaje crítico, ya que explora la cochinada escondida, debajo de la alfombra, del paraíso socialista.
Los puntos no resueltos en las dos primeras novelas encuentran en la tercera su confluencia. En este sentido Larsson no pecó de apurado, calibró bien las escenas, sus planos narrativos no pierden interés. En Larsson todo es real, no le dio oportunidad a la inverosimilitud, como pudo ocurrir en el combate “cuerpo a cuerpo” entre Salander, con su metro y medio de estatura, contra los más de dos metros del matón Ronald Niedermann.
Como en toda novela, esta no está libre de caídas. Pero poco o nada importan esas falencias, el lector permanece en tensión, atrapado por el inteligente argumento, hasta el final.
Se viene diciendo que Larsson dejó escrita la cuarta novela de la saga en la portátil de su pareja Eva Gabrielsson. Tengo toda la seguridad de que se trata de un ardid publicitario. La saga Millennium termina en esta tercera entrega. Mueren los que tienen que morir, se perdonan lo que tienen que perdonarse y se reencuentran los que siempre se quisieron. Para todo lector atento es obvio que Millennium no da para más.
Editorial: Destino
Publicado en Siglo XXI