Sunday, November 22, 2009

PÁJAROS EN LA BOCA, de Samanta Schweblin

No estamos en tiempos propicios para el cuento. Es más, las editoriales no suelen apostar por ellos, pues se tiene el vacuo convencimiento de que no van a generar el interés de un potencial comprador. Pues bien, eso ocurre porque como nunca antes tenemos editores que no leen, que piensan que la literatura es un negocio –que lo es- al que hay que explotar por donde más se pueda ganar.

Sorprende entonces leer libros de cuentos; y sorprende mucho más cuando tienen como responsables a una escritora joven, como la argentina Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978), quien con esta su segunda publicación es considerada -con mucha justicia- como la mejor cuentista latinoamericana de su generación, la de los nacidos del setenta en adelante.
Hablar de “generación” suele motivar no pocas muecas. Hoy en día muchos ponen más de un reparo ante esta palabrita, y no es nada extraño que quienes lo hacen exhiben el más burdo efectismo traicionado por una evidente carencia de cultura artística y literaria. Mientras no se encuentre otro término que nos permita acceder a panoramas más o menos justos, tendremos que seguir bajo los márgenes conocidos –por seguros, pese a los naturales reparos- para dar cuenta de lo más resaltante –ciñéndonos ahora a lo literario- del imaginario narrativo latinoamericano.
PÁJAROS EN LA BOCA (Premio Casa de las Américas - 2008) es una rara pero interesantísima colección de relatos. Por lo general, solemos creer que los conjuntos deben estar signados por una coherencia temática; mas aquello no es lo que notamos en esta publicación; por el contrario, es la variedad de tópicos lo que la hace fuerte y atrayente. Pareciera que la poética de la autora se nutriera de la más pura cotidianidad, a la que está dispuesta diseccionar en pos de los detalles que la hagan distinta, reconfigurándola con matices fantásticos, oníricos y realistas.
Uno lee estos cuentos y se siente parte de ellos, somos cómplices del par de tipos que no saben qué hacer ante un hombre inútil que tiene a su esposa muerta en su restaurante (“Irman”); somos testigos de privilegio del niño que anhela ver en persona a Papá Noel en navidad (“Papá Noel duerme en casa); nos sumergimos en los oscuros códigos de una pareja de cazadores (“En la estepa”); hacemos nuestra la mirada involuntariamente entregada de una mujer en plena noche porteña (“El hombre sirena”); nos sumergimos en el horror psicológico de una joven de extraños hábitos de resistencia frente al mundo (“Pájaros en la boca”); entre otros.
Como la lectura crítica es el arte de la especulación, no deberíamos ser ajenos a las posibles influencias de la que esta autora sería deudora: literarias principalmente –recordemos que la tradición argentina fue en narrativa la de mayor alcance en el imaginario hispanoamericano durante el siglo XX-, pero también teatrales y cinematográficas, canalizadas en una suerte de cajón de sastre del que termina descollando su tema medular: la muerte, canalizada en metáforas que grafican el convulsionado mundo interno de los personajes, tan bien perfilados que convierten en verosímil lo que a primera instancia parece inverosímil.
PÁJAROS EN LA BOCA nos confirma a Schweblin como una letraherida de mucho talento y gran acervo literario, dueña de una mirada y voz propias, pero lo más importante –en mi impresionista opinión- es que la presente publicación nos deja el mensaje que lo mejor de ella aún falta escribirse. Habrá que seguirle la pista, entonces.
Editorial: Estruendomudo
Publicado en Siglo XXI

Saturday, November 14, 2009

Interrogatorio a Gabriel Ruiz Ortega



(Entrevista publicada en Poetas del Asfalto 58)

Gabriel Ruiz Ortega (Lima, 1977) es autor de la novela La cacería y antólogo de Disidentes, editor adjunto de Revuelta Editores y blogger de La fortaleza de la soledad. Un martes en la noche lo encontramos comprando películas en Polvos Azules y le propusimos conversar sobre el Dr. Gonzo. El presente interrogatorio se llevó a cabo en un bar, en donde también estuvieron César Vallejo y José Carlos Mariátegui.
Por: Richi Lakra y Luis “El Primo” Mujica
Richi Lakra: ¿Cómo conociste al Dr. Gonzo? Contesta.
Por años estuve afiliado a muchas bibliotecas, creo que fue en la biblioteca del ICPNA donde leí los primeros artículos de Thompson, en periódicos gringos. Te hablo más o menos de fines de los noventa. Ahora, los artículos eran deportivos. Me gustó mucho el desenfado de su escritura, que no era para nada efectista. Fue un descubrimiento bastante estimulante puesto que por esa época había toda una fiebre por leer los libros de Charles Bukowski, que llegaron en “toneladas” a Lima, editados en la serie Compactos de Anagrama. Poco tiempo después de enterarme de la existencia del gonzo, un amigo me prestó Fiebre y asco en Las Vegas y bueno, caí rendido. Me hice su fan. Es cierto que encontraba harta experiencia de vida en sus textos, además me permitía encontrar puentes de diálogo con la tradición de la que se nutría, como su deuda con Mark Twain y Francis Scott Fitzgerald.
R. L: ¿Por esa época parabas por Quilca?
Solo iba a Quilca a comprar revistas, libros y música. De cuando en cuando entraba a los bares y veía a los escritores y poetas que se reunían, pero no me les acercaba, no les hablaba.
Luis “El Primo” Mujica: Un momento Gabriel, ¿por qué no les hablabas?
No les hablaba porque me cayeran mal. Esa no es la razón. Yo tenía mi grupo, con el que nos peinábamos las calles del centro en busca de música, rock del setenta y sesenta. De ese grupito digamos que yo era el único que exhibía ciertas inquietudes literarias. Parábamos horas de horas caminando y era inevitable caer en las noches en algún bar del centro y bueno, en toda la bulla, uno no podía ser ajeno a las discusiones que tenían lugar en las otras mesas. Veía a gente de todos lados, de San Marcos, La Católica, casi siempre quejándose, y lo peor era cuando estos se paraban en las sillas a leer sus poemas, claro, como espectáculo se celebraba, pero poéticamente estaban en nada. Tengamos en cuenta que estamos hablando de los noventa, no todo fue malditismo de ventana. Quilca como espacio tiene una rica tradición literaria, allí he podido escuchar y ver a poetas de la talla de Róger Santiváñez y Domingo de Ramos, hasta Vallejo vivió un tiempo en ese jirón. Ahora, de lo que sí estoy seguro es de que aquí a diez años se escribirá una novela sobre esa década, salvando las distancias, tipo Las máscaras del héroe, o un híbrido como Desgarrados y excéntricos, ambos títulos de Juan Manuel de Prada.
R. L: No nos distraigamos. Volvamos a Hunter. ¿Qué libro suyo te gustó?
Aparte de Miedo y asco…, pues la El diario del ron. El gonzo la escribió muy joven, mientras estaba en Puerto Rico trabajando como periodista. No es lo mejor de su producción, pero se nota el germen de lo que vendría después en sus crónicas. Además es el único trabajo de ficción que se le conoce, un amigo suyo la rescató después de muchísimos años, ya que el manuscrito permanecía olvidado en el rancho de Hunter, en Colorado. Para cuando se publicó el gonzo ya era un referente, famoso; se creyó que la novela no iba a funcionar literariamente puesto que se editó ante todo por el nombre del autor. Sin embargo, el resultado fue arrollador en cuanto a crítica. El diario del ron se tumba, siendo una obra menor, y lo digo con mucho respeto, a casi todo lo escrito por Bukowski.
Luis “El Primo” Mujica: Gabriel, para mí que lo gonzo es pose. Cuando veníamos dijiste que se habla más de lo que se le lee.
Es una opinión personal, a lo mejor he sido injusto. Estoy seguro de que hay muchos que valoran a Thompson por lo que escribió. A lo mejor lo dije recordando a los que dicen seguir la estela del gonzo. Tú sabes, de esos cojuditos que a como dé lugar quieren buscarse referentes, guiados por lo más fácil de asimilar de él: sus excesos. Si en caso nunca lo hubiera leído, créeme que no me fijaría en sus despelotes, pero sí en su actitud de denuncia, en su afán de buscar la verdad y exponerla tal cual. Haciendo un paralelo, es lo que pasa con Luis Hernández, Jorge Eduardo Eielson, Juan Ojeda, todos hablan de ellos, pero son pocos los que los han leído.


L. M: ¿Qué nos puedes decir de la novela El diario del ron?

Creo que ya hablé de esa novela.
L. M: Sí, pero por la bulla no escuché.
Ok. En El diario del ron tenemos a Kemp, un joven periodista con inclinaciones literarias que, harto de la monotonía de Greenwich Village, se larga en búsqueda de respuestas para su vida. Sus ganas de vivir van a la par de su encapsulado resentimiento, una suerte de odio a sí mismo. Consigue un empleo como periodista un diario de Puerto Rico, el cual le permite conocer a una variopinta gama de personajes, ya sean comerciantes, traficantes, estafadores, prostitutas y demás, que le desfloran el alma, ya que hasta antes del viaje fuera de Estados Unidos su vida había estado signada por las experiencias normales de cuando comienzas a vivir la veintena. Es palmaria la indignación de Kemp en sus mataperreos por San Juan, comprueba que esta ciudad es el burdel del empresariado gringo, prácticamente encuentra lo mismo de lo que huía, no es extraño que se perciba un aura tanática en las páginas de la novela. Mucho se ha hablado de la influencia de Twain en ella, sin embargo yo me inclino por la de Hemingway, sobre todo en el manejo de los diálogos y en el proceso de elaboración de determinadas atmósferas, como esa en la que amanece en un hotelucho con una chica, a la que le ofrece una sopa de tomate en lata, es una escena como para tirarse por la ventana, refleja el hastío de vivir por vivir.
R. L: Ya que usted sabe, ¿quién es mejor: Thompson o Bukowski? Habla.
Es obvio, Abuelo Lakra. Mira, a mí me gusta mucho Bukowski, tiene cosas interesantes como La senda del perdedor, pero estaría siendo muy abusivo si lo comparo con Hunter Thompson, el gonzo es por donde lo leas superior, dentro del aparente desorden que podamos notar en él, es palmario un proyecto narrativo que sobrevivirá a su leyenda de polémico e hijo de las farras interminables.
L. M: ¿Qué es lo que más rescatas de él? Antes de la entrevista hablaste de la honestidad. Expláyate.
Hay una poética del “yo” muy clara en todo lo que ha escrito. El pata nunca se pinta de “bacancito”, se muestra tal cual, no camufla sus miserias. Ahora, más allá de su compromiso con la historia que cuenta, no es del todo cierto que solo se valía de la experiencia de vida, el hombre era un gran lector, un ratón de biblioteca que investigaba mucho, un escritor que pulía su prosa cada día, no por nada él declaró que durante muchos años no hizo otra cosa que no fuera transcribir cientos de páginas de Fitzgerald. Él quería retratar las mentiras del American Dream, valiéndose obviamente de lo que veía y vivía, pero principalmente de lo que leía de la historia estadounidense. Es por ello que todos sus imitadores han terminado en el justo olvido, contar tu vida es no trabajar cuando escribes no ficción.
R. L: El gonzo se drogaba, ¿crees que es necesario meterse pepas para escribir como él?
No estoy en contra de las drogas. Hay mucha hipocresía en cuanto a su uso. Sobre tu pregunta, pues es casi imposible sacar un adelante un proyecto literario con esos influjos. El problema radica cuando hacemos de las particularidades una especie de ley. Si el gonzo dependía de ciertos estímulos para escribir, eso no quiere decir que los demás lo deban hacer. El mundo del escritor es tan complejo que cada quien sabe bien cómo encontrar el acicate que le lleve a mantener una continuidad.
L. M: ¿En la literatura peruana hay escritores que quieran ser como el Gonzo? Nombres, por favor.
En general es difícil encontrar hoy en día algún narrador como él. Querer ser como Hunter te obliga adoptar posturas que casi nadie quiere. Es estar contra el poder, buscar la verdad sin importarte a quienes vayas a bajarte, es ser prácticamente un kamikaze. Hace un rato dije que muchos han querido emularlo, confunden los recuentos existenciales con el tema de su trabajo, bajo ese criterio la esencia del periodismo gonzo pierde mucho. En cuanto a libros de no ficción publicados en el medio, hay títulos interesantes, pero me quedo con un par en el que se nota un patente compromiso del escriba con su tema, dejando algo más que piel y sangre, en franca actitud vital guiada por una coherencia ética e intelectual: Sexografías de Gabriela Wiener y Demoler de Carlos Torres Rotondo.
L. M: Como eres un gonzo, tienes que ser como él. Consecuencia, como te escuché decir al proponerte la entrevista. Me dicen que renunciaste a Revuelta Editores. ¿Es cierto que has sodomizado a las transnacionales?
No soy un gonzo, estimado. Lo de la “sodomización a las transnacionales” me lo han dicho varias personas. Mira, yo nunca he esgrimido un discurso contra las editoriales transnacionales. Lo que sí he dicho, algunas veces, ya sea en presentaciones como en mi blog, es que ellas están eligiendo muy mal, hasta tengo sospechas razonables de que no se leen los manuscritos y pesan más otros factores. Cada cual es libre de hacer lo que quiera, pero no debemos quedarnos callados cuando se miente descaradamente a un potencial lector. No sé cómo es el panorama de publicaciones últimamente, mi percepción es hasta el 2008 y de lo publicado por todas ellas solo puedo destacar dos títulos: Punto de fuga de Jeremías Gamboa y El cielo sobre nosotros de Carlos Garayar.
R.L: No has leído nada este año.
Escucha bien, Richi. He dicho que mi percepción de lo publicado por las transnacionales es hasta el 2008. No he podido leer nada de ellas este año porque he estado leyendo otras cosas. Ahora que lo mencionas, en julio presenté el excelente libro de cuentos Este amor no es para cobardes de Martín Roldán Ruiz, publicado por Norma, pero su manuscrito había sido aprobado el año pasado… Lo que no puedo dejar de decir es que las transnacionales respetan y tratan bien al escritor como persona, eso es algo que casi todos los editores independientes deberían aprender en lugar de dejarlos abandonados, despreocupándose de la promoción y distribución, de quejarse del poder supuestamente malévolo de las transnacionales, como también el dejarse de eufemismos con eso de “editores” cuando lo que hacen es prestar un servicio editorial. No veo nada de malo en que se cobre al autor, pero si yo lo hago no me llamaría editor. Hay que tener una visión romántica de las cosas en tiempos cuando campea el doble discurso y la viveza. Centrándome recién en tu inquietud, solo un idiota puede negar la importancia de Revuelta, de la que soy el tercer brazo, el que lee, el que sugiere; su catálogo, pese a ser muy pequeño, es tremendamente fuerte, y armarlo no es cosa fácil, un buen catálogo es también una muestra de tu capacidad de lector, sobre todo cuando sales a pescar. No voy a socavar mi capacidad de lector por el amiguismo y sonseras parecidas. A lo mejor dicen eso de la “sodomización” porque con “pocos medios”, pero con mucho amor por la literatura, Revuelta ha sonado, a través de muy buenos libros, más que todas las transnacionales juntas. Este tema tiene para mucho más. Las transnacionales son empresas serias, aplaudo su logística, me consta de los grandes esfuerzos que hacen por forjar lectores, ya sea en colegios, academias y clubes de lectura; pero en estos últimos años las publicaciones más interesantes han venido, joda a quien le joda, y olvidándome un toque de los reparos, por cuenta de las editoriales independientes.
R. L: ¿Pero renunciaste o no? Responde, Hunter.
Ya no estoy en Revuelta. Son varias las razones, solo te digo dos de ellas: lo hice muy bien y ahora quiero definir proyectos más personales, como el recuperarme de una dolencia producto de una caída; y la otra es que veo muy difícil que se supere una publicación como Demoler de Buco. Es mejor irse por la puerta grande, ¿no crees? Así como soy un lector que escribe, por dos años fui un lector que puso su grano de arena en ediciones.
L. M: ¿Por qué crees que a Thompson lo mató la CIA?
Sus últimos años estuvieron abocados a escribir artículos y crónicas deportivas. Sin embargo, luego de los atentados del 11 de septiembre, Thompson volvió a escribir sobre política, era muy furibundo contra la administración Bush, a este lo dejaba frecuentemente como un payasito, como un ignorante fundamentalista, como un mentiroso que camuflaba sus verdaderos intereses. Pienso que Bush le recordaba a Nixon, o sea, Thompson estaba viviendo una segunda juventud, le hartaba cómo el país más poderoso era dirigido por alguien que encarnaba todo lo que él detestaba. Él fue uno de los primeros en vaticinar la invasión a Irak y que para ello Bush se iba a valer de cualquier pretexto. Sus artículos dolían mucho… La CIA, la mayor organización terrorista del planeta, siempre ha sido experta en asesinar personas por medio de accidentes o puestas en escena. No iban a matarlo con un francotirador, menos con un atentado. La CIA lo preparó psicológicamente porque Thompson tenía antecedentes suicidas. Las circunstancias en las que murió son muy raras.
R. L: Gracias por tu tiempo, Hunter.
Gracias a ustedes.